lunes, 27 de junio de 2016

Juan José Omella: «Luchar contra la tentación de omisión»




Homilía del arzobispo Juan José Omella en la Festividad de San Tomás Moro, patrono de los políticos, celebrada este lunes 20 de junio de 2016


Parroquia de Sant Ramon de Penyafort (Barcelona), 20 de junio de 2016



Queridos hermanos sacerdotes, hermanos todos en el Señor.

Como es sabido, Tomás Moro, gran canciller de Inglaterra, es patrón de todos los hombres y todas las mujeres que han dedicado su vida a la noble y decisiva tarea de llevar adelante la gestión de la cosa pública, buscando el Bien Común de los ciudadanos. Tomás Moro, prestó este servicio desde una vivencia heroica de la virtud de la fortaleza, una de las cuatro virtudes llamadas cardinales, porque son eje y fundamento de una vivencia cristiana a imitación de Cristo que, en nombre de su amor a los hombres, "los amó hasta el extremo".

Tomás Moro fue elevado al rango de gran canciller de Inglaterra, precisamente por la amistad entrañable que le unía al rey Enrique. ¿Por qué llegó a enemistarse con él hasta el extremo de hacerlo decapitar? También es bien sabido. Hubo un detonante concreto: contraer matrimonio con Ana Bolena, cuando ya estaba casado, legítimamente, con Catalina de Aragón.

Moro fue fiel a su rey y a su condición creyente. Y aquí no hubo ni medias tintas ni arreglos de conveniencia. Vale la pena leer las cartas dirigidas a su esposa y a su hija Margarita y comprender el porqué de la decisión —muy pensada y muy responsable— de Tomás Moro, incluso arriesgándose a perder su cargo —brillante y muy bien remunerado— y lo que es más decisivo, su propia vida.

El monarca insistió en obtener la nulidad de su matrimonio con el fin de contraer un nuevo matrimonio que le ofreciera la posibilidad de tener un hijo de sexo masculino, que Catalina de Aragón no podía ya darle. La nulidad habría borrado la infidelidad y le habría permitido un matrimonio válido a los ojos de la Iglesia católica.

Roma no consintió la nulidad, porque el matrimonio era válido. Las sucesivas negativas de Tomás Moro a aceptar algunos de los deseos del rey acabaron provocando el rencor de Enrique VIII. Tras la ruptura con Roma y después de que Moro se negara a pronunciar el juramento que reconocía a Enrique como cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra, el rey lo encarceló en la torre de Londres.


Finalmente, el rey, habiendo perdido ya del todo el sentido común y la altura de miras que deben caracterizar a un buen gobernante, mandó juzgar a Moro, el cual fue acusado de alta traición y condenado a muerte —ya había sido condenado a cadena perpetua anteriormente— en un juicio sumario.

Otros dirigentes europeos como el Papa o el emperador Carlos V, que lo consideraba el mejor pensador del momento, presionaron para que se le perdonara la vida y se le conmutara por cadena perpetua o destierro, pero esto no sirvió de nada y fue decapitado en Tower Hill una semana después, el 6 de julio de 1535.

Tomás Moro no fue el único que se encontró en la disyuntiva de si debía seguir al rey Enrique VIII (octavo) o a la Iglesia de Roma. El recién nombrado cardenal John Fisher pasó por el mismo trance y también fue ejecutado.


II

Lo primero que sorprende en la vida de Tomás Moro es su fidelidad a la fe cristiana y la valentía de vivirla, incluso, ante la amenaza de martirio. Los mártires nos dan una gran lección de coherencia. Palabra quizás desgastada en el mundo en que vivimos, en el que prima el pragmatismo. Se piensa y se actúa para alcanzar los objetivos marcados.

Parece que para mucha gente los valores objetivos no existen, todo depende de quien habla y de lo que se quiere conseguir. Pedimos a este gran santo que interceda por todos nosotros, hombres y mujeres, que tenemos responsabilidad pública de vivir más en coherencia con lo que somos y que configure nuestras vidas, pero es necesario que lo vivamos con gran respeto a los demás. Que lo que nos dicte la conciencia (nuestro pepito grillo) prevalezca sobre los intereses de partido e, incluso, de los intereses personales. La imposición y confrontación no son modelo de lo que nos enseña santo Tomás Moro.

Podemos pensar que los mismos males que afectaron a Santo Tomás pueden también afectarnos a nosotros en el siglo XXI.

¿Cuáles son estos males?

• Las guerras entre hermanos.

¡Cuántos países están marcados por la violencia, el terrorismo, la persecución!
Nos duele la falta de respeto de los derechos humanos, el maltrato de inocentes y personas que no pueden defenderse de cualquier tipo de violencia o desprecio.

Pero nos duele también el daño tan monstruoso que provoca la fabricación y venta de armas que favorecen este clima de violencia y de persecución.

¿Qué podemos hacer nosotros para establecer un clima de paz y evitar las espirales de violencia que se crean en nuestro entorno actualmente? Sobre todo no nos tapamos los oídos ni cerramos los ojos o miramos hacia otra dirección. Que el señor nos regale la fuerza para luchar contra la tentación de la omisión.

• La prepotencia y el desprecio de los demás, especialmente de los más pobres y desprotegidos.

La imagen de santo Tomás Moro que defiende la verdad y la justicia por encima de
cualquier amiguismo o favoritismo es todo un icono de belleza y de fortaleza, como os decía antes.

• Todo lo que sea olvidarse de los pobres y pequeños, todo lo que no sea establecer puentes de diálogo y comunión entre todos, todo lo que sea faltar al respeto a personas e instituciones, es no seguir el ejemplo de nuestro patrón, al que tenemos la suerte y el honor de honrar, y es no vencer al príncipe del mal.

Por eso podemos preguntarnos: ¿Qué podemos hacer desde nuestra situación personal o profesional ante estas situaciones?


III

Somos conscientes de estas realidades, pero conocemos de sobra nuestras debilidades y las debilidades de las instituciones que representamos. ¿Qué podemos hacer, entonces? No nos queda sino pedir la ayuda del Altísimo, que lo puede todo, pero que normalmente no actúa sin nuestra libertad, necesita que le dejemos espacio para hacerlo, sorprendentemente necesita nuestra colaboración. Con la ayuda de Dios podemos más de lo que podemos imaginar.

Para Dios nada es imposible.

Y este compromiso a favor de la justicia, de la paz, de la fraternidad a la que nos llama el Señor debemos vivirlo con un gran sentido del humor, del que Moro fue un maestro como tanta gente de su país. Mirad, el humor es fruto de la confianza en Dios, de saber que él está con nosotros y que no nos abandonará nunca. Esta confianza en Dios la fue forjando Tomás Moro con la oración.

Recordemos las palabras que Tomás Moro dijo al verdugo que debía ejecutarlo: "Fíjese que mi barba ha crecido en prisión, es decir, ella no ha sido desobediente al rey. Por tanto, no hay motivos para cortarla. Permitidme que la aparte". En un momento tan importante y doloroso como es la condena a muerte, sabe reflejar la paz a través de estas palabras de humor que brotan de la confianza en Dios. Y en el momento de su muerte añadirá: "Muero siendo el buen sirviente del rey, pero primero de Dios" ("I die being the Kings good servant -but God 's first").

Los cristianos no podemos perder este don precioso de la alegría, de la confianza en Dios, que es Padre y que cuida de nosotros. Pidámosle que nos conceda este don de la alegría que de forma tan bella describió el gran viajero que fue San Pablo: "¡Estad siempre alegres en el Señor! Os lo repito, estad alegres. Que todo el mundo os conozca como gente de buen trato. El Señor está cerca. No os inquietéis por nada. En toda ocasión acudid a la oración y a la súplica presentando a Dios vuestras peticiones acompañadas de acción de gracias" (Filp 4,4).

¡Cómo ha cambiado nuestro país! ¿Qué ha pasado para que los políticos no puedan hablar públicamente de Dios y de sus creencias? En este sentido me gusta ver cómo en muchos países del mundo occidental, los políticos, incluso los presidentes, comienzan sus alocuciones invocando a Dios y acaban encomendándose a Él. Os animo a que reflexionemos e intercambiemos impresiones sobre el motivo por el que la idea de Dios, el mismo trato con Él, han sido apartados de la esfera pública.

Termino con un fragmento de la oración que el santo mártir repetía muy a menudo y que inculcó a sus hijos y a las personas más cercanas: "Señor, ten a bien darme un alma que desconozca el aburrimiento, que desconozca los murmullos, los suspiros y las lamentaciones, y no permitas que me preocupe demasiado por esa cosa que impera, y que se llama YO ... Obséquiame con el sentido del humor. Concédeme la gracia de entender las bromas, para que pueda conocer algo de la felicidad, y sea capaz de dársela a los demás."

Amigos, que el Señor os bendiga y os guarde siempre. Trabajad siempre por la justicia, la verdad y la paz. Y no tengáis miedo de nada ni de nadie. Poned siempre vuestra confianza en el Señor. Amén.

+ Juan José Omella Omella Arzobispo de Barcelona


* Según Cuenta el Martirologio Romano, Santo Tomás Moro fue encarcelado en la Torre de Londres,
en Inglaterra (1535), por haberse opuesto al rey Enrique VIII en la controversia sobre su matrimonio
y sobre la primacía del Romano Pontífice.

** Por motivos de agenda, este oficio religioso se celebra el 20 de junio en Lugar del 22 de junio
que es el día en el que se celebra la Festividad de Santo Tomás Moro, patrono de los políticos.

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