martes, 27 de octubre de 2015

¿Clase de Religión o de cultura religiosa

Por Ignacio Villota Elejalde



Con las elecciones generales encima y la LOMCE aprobada, vienen las ofertas y contraofertas de los partidos políticos, entre ellas el tema de la enseñanza de la religión e, incluso, como asignatura evaluable. Es el momento del confusionismo conceptual y terminológico. Acaso también el momento de la “progresez” confundiendo la progresía con una izquierda de verdad.

Este verano pasado estuvieron unos días en mi casa tres nietas de íntimos amigos míos, de Valladolid, dos universitarias y la otra en segundo de bachillerato. Las tres inteligentes e hiper responsables. Paseábamos por la Avda. de las Universidades. Quería yo que vieran la hermosura de la fachada del Guggenheim que da a la Ría. Al pasar por la Universidad salió el tema de la Compañía de Jesús y San Ignacio. Ninguna de las tres había oído hablar del Santo. Insisto: muy estudiosas y responsables, no unas cantamañanas. Yo mostré mi estupor y mi extrañeza. No habían ido nunca a clase de religión. Les comenté entonces que una cosa es la Religión, y otra la Cultura religiosa. La Religión, entendida desde los demandantes de esas clases obligatorias y evaluables, sería el desarrollo y explicación de la teología cristiana, incluso desde el ángulo de una fe explícita. Yo tengo mis grandes dudas de que entendida así, la Religión sea exigible en el curriculum escolar. La encuentro razonable en los colegios religiosos, con tal de que la enseñanza de la religión vaya orientada a conseguir la formación de adolescentes con una impronta de inquietud ético-social y compromiso con los más pobres. Las matemáticas las imparten bien en todos los centros. Si ese no es el objetivo fundamental de nuestros colegios religiosos, éstos pierden mucho de su sentido. No es un problema de los Idearios de los centros. Como se suele decir, el papel lo aguanta todo, sino un empeño de los docentes en todas las materias, no sólo en la clase de Religión. De ninguna manera contemplo la obligatoriedad de la asignatura de Religión en los demás centros.


Otra cosa, absolutamente distinta para mí es la Cultura religiosa o conocimiento del hecho religioso. Yo les explicaba a mis amigas que no conocer la Compañía de Jesús o a San Ignacio es tener poca idea de lo que supusieron la Reforma Luterana, la Contrarreforma, los reinados de Carlos I y Felipe II en el origen de la intransigencia religiosa, los fundamentalismos religiosos, el nacionalcatolicismo, durante y después del franquismo, el exclusivismo del catolicismo con repercusiones en el entramado social y político y mil consecuencias más que hoy padecemos en nuestra eclesiología oficial con repercusiones en estratos sociales y políticos. Pienso también en la influencia del calvinismo en el espíritu del capitalismo. La conocida tesis de Max Weber: obsesionados los calvinistas de la segunda generación por la predestinación o salvación eterna, llegaron a la conclusión de que el éxito en los negocios era un signo de salvación eterna. Esta ideología tuvo enormes consecuencias en el desarrollo y la evolución del capitalismo y lo sigue teniendo en nuestros días. Son estos unos ejemplos de los muchos que se podrían poner acerca de lo que supone el hecho religioso en nuestra formación humana. Es grande la repercusión de la religión en nuestra manera de entender la vida, saber el suelo que pisamos y de dónde proceden nuestras ideas más vitales. Todo ello hace insustituible esta formación. No tener cultura religiosa no es sólo no entender la Historia del Arte, la literatura, etc. Sería lo de menos. En un momento en que lo que prima es la economía o las ingenierías, estamos abocados a formar hombres y mujeres capaces de ir a Marte, pero que no hagan pie en la piscina de la vida. Sin capacidad de hacer una reflexión sobre el sentido de la vida propia y la de los demás nos quedamos en meros espectadores de esas vidas, pero no en protagonistas y coprotagonistas. Un mundo lleno de ingenieros o economistas, que sólo saben de ingeniería y economía, que es a lo que estamos abocados, es un mundo de analfabetos secundarios. Y lo estamos padeciendo ya. Por todo esto tengo la convicción de que una formación religiosa, como cultura, debía ser obligatoria y evaluable en todos los centros escolares. Me desborda el saber dónde está este tipo de enseñante, verdadero maestro, cómo formarle y cómo diseñar los temas de cultura religiosa. Lo dejo no solo para los que viven de ello, sino que además de vivir de ello, lo viven.


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