jueves, 23 de abril de 2015

Je suis aussi un chrétien



Ocurrió en el mes de Enero, ¿lo recuerdan?  Unos descerebrados, con un motivo pretendidamente religioso, entraron en el corazón de la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo y dispararon contra los trabajadores del medio. 12 personas cayeron asesinadas derramando la sangre víctimas del fanatismo de unos tipos que arguyeron justificaciones pretendidamente religiosas para ejecutar su macabra acción. 

El Charli Hebdo había publicado años antes unas caricaturas de Mahoma que ofendieron a la población islámica. Esta publicación ignoró el código religioso musulmán y ofendió a muchos islámicos que vieron cómo, desde el acomodado mundo occidental, la burla a la religión tenía una patente de corso extraordinaria para llegar hasta donde quisiera so pretexto de la libertad de expresión.

El fanatismo islamista terminó con el debate. Cierto, no se puede faltar al respeto de las convicciones religiosas, es una indecencia burguesa propia de la prepotencia occidental. Pero utilizar la violencia como respuesta a esta befa da razón a los autores de la ofensa, porque no hay nada más sagrado que la vida humana.

A los pocos días fueron varios millones los que se manifestaron en París. Muchos hombres y mujeres reivindicaron la libertad de expresión luciendo carteles en los que se identificaban con las víctimas. A la manifestación (que convocó a casi cinco millones de personas) no faltaron intelectuales, artistas y políticos de todos los colores que lucían el eslogan “Je suis aussi Charlie Hebdo” reivindicando la libertad de expresión como un derecho inalienable del ser humano y condenando el fanatismo religioso como una perversión ética indigna de cualquier ser humano.

Y a mí la manifestación me pareció muy bien. Estoy convencido que quien defiende con las balas cualquier idea es un fanático, un inculto o un pobre hombre peligroso. La religión no necesita estos defensores. La Historia ha dado buena cuenta de que, cuando uno considera a Dios como una propiedad y lo defiende con violencia, la barbarie se convierte en blasfemia y la guerra, en un negocio con justificantes piadosos. Líbrenos Dios de los que le defienden. El mismo Jesús murió asesinado en nombre de Dios y quienes perpetraron tal atrocidad no quisieron entrar en casa de Pilato porque, al ser la Pascua, se podían contaminar con una impureza religiosa pisando el patio de un infiel.


Pero también me parece provocador y fanático ofender las convicciones religiosas de los demás. Publicar caricaturas de Mahoma es sencillamente perverso. No tiene nada que ver con la libertad de expresión. La ofensa y burla de las convicciones religiosas (no de los abusos de los representantes de la religión) son un insulto a la inteligencia y a la tolerancia. Urge reflexionar sobre los límites de una pretendida libertad de expresión que, parece, sólo está en poder de los poderosos.


Pero he aquí que desde hace unos meses volvemos a ver a los fanáticos actuar en los medios degollando, quemando, asesinando a cientos de personas por el mero hecho de que se declaran cristianos. Y así una infame rama islamista, que tiene la osadía de invocar a Dios para justificar sus atrocidades, aterroriza a una población empobrecida y ejecuta públicamente a los cristianos ante la parsimonia de un primer mundo que mira hacia otro lado cuando las víctimas son seguidoras de Cristo.

El papa Francisco habla repetidamente de la globalización de la indiferencia. Es cierto, nuestro mundo organiza manifestaciones protestando contra el sacrificio del perro de una enfermera víctima del ébola a la que se le ofreció un Hospital entero para su recuperación. Mientras en España se clamaba por el derecho a la vida del  animal, en África morían por el ébola cientos de personas ante el silencio y la complicidad farmacéutica internacional. Mientras los más demócratas, modernos y librepensadores se colgaban el cartel “Je suis Charlie Hebdo” miles de cristianos eran perseguidos ante la parsimonia y el silencio internacional. Parece que condenar la persecución religiosa contra los cristianos debe de ser facha o carca o vaya usted a saber.

No creo que sea una cuestión de izquierdas o de derechas (temas, por cierto, cansinos y obsoletos). Creo que lo que está en juego es la libertad y la decencia. Defender a los cristianos perseguidos y clamar contra la chapuza internacional me parece de sentido común. 

Así que permítanme que les diga que, ante tanta hipocresía en nombre de la democracia, ante tanta prepotencia en nombre de la libertad, quiero manifestar mi solidaridad con esas víctimas y, con tantos musulmanes amigos y buenos que ven horrorizados lo que está pasando. Déjenme, pues, proclamar con la cabeza bien alta «Je suis aussi un chrétien».



JOSAN MONTULL
Huesca

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.