jueves, 26 de febrero de 2015

ERRAPEL MENTXAKA ARANA, Sacerdote



Conocí a Rapel en el seminario de Derio. Era unos cuantos años anterior a mí. Recuerdo su actuación en la obra “Asesinato en la Catedral” que se representó en el salón de actos. Hacía del arzobispo Tomas Becket que fue asesinado por su oposición a la autoridad. Más tarde fue canonizado como santo. La figura de Rapel en la representación era sobria, esbelta y nítida. Se quedó en el seminario como profesor y formador. Años más tarde un compañero sacerdote me dijo que Rapel deseaba dejar ya el seminario e integrarse en alguna parroquia. Como argumento me dijo que Rapel era buen compañero y trabajador. Sin más fui a buscarle para que viniera conmigo a la parroquia Ntra. Sra. de las Nieves en Artazu, barrio de Rekalde.

Hablar de Rapel puede parecer complicado dada su amplia actividad. Pero realmente es muy sencillo: todo se resume en una palabra: su actitud de servicio y sus compromisos. Dedicó muchos años desinteresadamente a la Diócesis en la renovación de iglesias. Solo destaco su aportación en la renovación de la catedral de Bilbao. El altar circular del templo y el ambón desde donde se lee la Palabra fueron aportaciones suyas por las que peleó. Y hoy día son piezas sobresalientes de la catedral.

Pero el recuerdo de Rapel sobrepasa lo anecdótico. Todos le recordamos por su bondad, amistad, capacidad de escucha y generosa disposición. Sostuvo a mucha gente y no me refiero a lo económico sino también y sobre todo a lo moral. Creó amistad tanto con mayores como con jóvenes y niños con su acogida y con sus palabras. Su aguante era ilimitado. Era un lugar seguro de confidencias.

Participó en la Asociación de Familias del Barrio activamente. Formó parte de la Comisión de Cultura llevando el asunto de la enseñanza profesional y en todos los aspectos que comprendían una buena asistencia a las escuelas del barrio. Con su arte diseñó programas de fiestas y eslogans para publicitar situaciones del barrio.

Su compromiso y sus opciones con las personas le llevó a situaciones de tensión y de riesgo. No fue asesinado como el arzobispo de la obra teatral. Pero yo le hice desistir de acudir a una sospechosa llamada de madrugada para que acudiera a la ribera de la ría para atender un accidente. Después de las inundaciones se vio obligado a abandonar el barrio amenazado por un colectivo que quiso aprovecharse de su buena voluntad.

Fue un testigo incómodo y consecuente con el Evangelio de Jesús. Le quemaron el coche, aquel dos caballos, bien conocido y en el que llevó a tanta gente. Finalmente quemaron su parroquia.

Tenía una actitud muy personal y radical ante todo. Esto a veces entraba en contradicción con los compañeros sacerdotes y con la manera entender lo que llamamos pastoral. Era una actitud bastante irreductible que a veces resultaba conflictiva. 

Por nuestro barrio y por nuestra comunidad han pasado muchas personas de gran calado humano y cristiano. Esa suerte hemos tenido. 

Falleció el 20 de febrero a los 83 años.

JOSEBA EGUIRAUN

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