sábado, 17 de enero de 2015

Por qué no puedo dejar de dar limosna




Jesús Martinez Gordo

            El debate, recientemente abierto, por una parroquia de la diócesis de Bilbao aconsejando no dar limosna a las personas que la piden en la entrada de la iglesia y canalizarla hacia Caritas diocesana, ha sido objeto de un interesante diálogo entre algunos de los que formamos parte del Foro de curas de Bizkaia.

            Con estas líneas quisiera aportar mi reflexion sobre un asunto que, si siempre es delicado, lo es de modo particular en los tiempos que corren. Creo que es preciso ubicar el hecho concreto en el marco de una cuestión mas amplia: el modelo de organización de la dimensión de la caridad y la justicia que está en juego en nuestra diócesis de Bilbao (que no de Cáritas).

            1.- En los últimos años he tenido la inmensa suerte de encontrarme con muchas personas trabajando voluntaria y profesionalmente en Caritas y con algunas personas (no muchas, es cierto) que lo han hecho de manera “carismática” con un cierto respaldo (por lo menos consentido) de otras organizaciones (la mayoría, eclesiales):

1.1.- una monja que iba una noche si y otra también de bar de alterne en bar de alterne para contactar y ayudar (en lo que podía, que no era mucho) a las latinoamericanas y rumanas que ejercían la prostitución porque era el único medio que tenían para ganarse la vida y mandar algún dinero a sus familias.

1.2.- un fraile que vivía en los vagones de trenes abandonados, compartiendo destino con otros vagabundos 

1.3.- una maestra que daba clases en una prisión de mujeres y que conoció ese durísimo mundo desde dentro y no sólo de visita. De esta última hay algo publicado en la revista “Surge” de la Facultad de Teologia de Vitoria 


            2.- Cuando hablo de la dimensión carismática de la caridad y de la justicia me refiero a quienes tienen una vocación particular para contactar y relacionarse también con los alejadas (por las razones que sean) de la institución Caritas y de otras instituciones eclesiales (y también civiles). Entiendo que una pastoral de caridad y justicia diocesana con futuro es la que sabe promover, acompañar y articular estas vocaciones carismáticas sin que queden deglutidas en la institución y sin que la institución “enloquezca” por mantener una relacion de cordial colaboración con ellas. 

            3.- Ambos (instituciones y carismáticos) tienen sus puntos fuertes y también sus riesgos. Me centro (por no alargarme) en los riesgos: si el de los carismáticos es el “buenismo” y llevar la institución a la ruina o al desastre “económico”, el de la institución es, por lo menos, el de una capitalización de casi todos los recursos y el de una cierta dictadura de la norma que, aunque pactada, acaba dejando en algunos casos mal cuerpo porque se tiene la impresión de haberse comportado coherentemente con la norma acordada, sin poder evitar el regusto de estar incubando una cierta dureza de corazón que chirría. En este caso, la de aconsejar no dar limosna (para no favorecer ni incrementar la mendicidad) y la de canalizar dichos recursos a la labor (admirable, por tantos motivos) de reinserción que desarrolla Caritas.

            En nuestra diócesis de Bilbao y en nuestras parroquias la institución (en este caso, Caritas) tiene demasiado peso en todo lo referente a la caridad y la justicia y los pocos carismáticos que de vez en cuando afloran son aparcados por sus “locuras” o, simplemente, por el temor a que puedan hacerlas.
            Y así nos podemos encontrar con alguna iniciativa “carismática” (por su impronta eclesial) reconocida social y civilmente e ignorada eclesialmente o, por lo menos, objeto de recelos domésticos: “va por libre”, “no hay quien lo controle”…

            4.- Aterrizando: hoy (como ayer) seguimos encontrándonos con una Caritas desbordada por las solicitudes de ayuda y con un voluntariado muchas veces descorazonado y quemado por la impotencia que ello genera. Entiendo que haya gente que pida (“por el morro” o desesperadas o coaccionadas por mafias y familiares o, simplemente, porque no les queda otra salida ) en las puertas de las iglesias. Entiendo que se recuerde que la manera más “eficaz” de ayudar es a través de Caritas, pero yo nunca diré (y menos, públicamente) que no se les dé limosna. Yo procuro evitar dar limosna, pero no lo logro. No tengo agallas para predicar que los pobres son los preferidos de Dios y negarles sistemáticamente la ayuda que piden, a pesar de colaborar económicamente con Caritas y otras instituciones. En este asunto, prefiero pecar de “buenismo”. 

            5.- Pregunto: estas personas, fuera de la órbita reinsertiva de Caritas y de otras instituciones eclesiales y sociales ¿no están necesitadas de gente “carismática” que sepa acompañarlas desde su situación? Yo creo que si. Hace falta promover y predicar un poco de locura en este asunto. Ya sé que esto puede sonar a demagogia, pero no importa. La cordura es lo que me pone realmente nervioso

            6.- Para acabar (pero no finalmente), creo que un primer paso en la búsqueda del equilibrio perdido entre carisma e institución en nuestra diócesis de Bilabo es la promoción en los territorios del ministerio laical de la caridad y de la justicia. Se trataría de un ministerio pastoral que sea la voz de nuestras comunidades en el mundo de la pobreza y, a la vez, de ese mundo en nuestras comunidades. Por tanto, no de un profesional (asalariado) de Caritas. 

Y también la potenciación de vocaciones presbiterales en este mismo sentido, aunque nos vuelvan locos y nos pongan contra las cuerdas con sus “excentricidades” de “buenismo”. Ya habrá tiempo para reflexionar y reconducir lo que haya que reconducir. 

            Lo importante es que haya alguien con el coraje requerido para abrir brecha. Está bien que haya consiliarios de Caritas, pero, creo que en nuestros días (como en tantas otras ocasiones a lo largo de la historia) también necesitamos curas un poco más “carismáticos” que se sepan respaldados, por lo menos, por el Foro. Y que se sientan empáticamente acogidos. Es el primer paso para poder ejercer, cuando sea oportuno, la crítica. Si es que hay que hacerla. Y también para escuchar lo que ellos tengan a bien decirnos.


(En «El Plural»; «DEIA»: "Sin limosna";  Religión en Libertad; ...)

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