jueves, 7 de agosto de 2014

¿Quién controla al controlador?

Esta capa cardenalicia,  ¿no es un abuso litúrgico?
(Sobre el cardenal Cañizares y su reforma del rito de la Paz)

La noticia me ha dejado desasosegado. Se trata de lo siguiente: según el cardenal Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, es decir el encargado de velar por el esplendor de la Liturgia, en el rito de la Paz, después del Padre Nuestro, en la Eucaristía, habría en la actualidad algunos desvíos. Aunque el texto que yo conozco no lo dice expresamente, da la impresión de que el reproche va en la línea de las conocidas, y repetidas, y cansinas quejas de algunos (ya sabemos quienes, los que dicen respetar y reverenciar el Concilio Vaticano II, pero no lo aceptan, ni en el fondo ni en la forma), sobre los abusos litúrgicos en el pos-Concilio.


Se trataría, pues, de “ritualizar” el rito, es decir, de eliminar todo gesto de espontaneidad y de creatividad de la asamblea. Dos de las propuestas de cambio demuestran bien el estilo y la tendencia de ciertas mentes curiales: el rito de la Paz no debería tener ningún canto, ni el presbítero,-presidente- de la celebración debería bajar del presbiterio para saludar a algunos fieles, que representen a toda la Asamblea. Es decir, que los clérigos se saluden sólo entre ellos, y así resplandecerá la horrible endogamia clerical que domina en la liturgia de los nostálgicos de Trento. He leído algunos comentarios a la noticia en Religión Digital (RD), y varios apuntan a la pena que produce que el máximo responsable y vigilante de que la Liturgia cristiana sea bella y digna, sí, pero sobre todo viva, sufra dos claros “olvidos” -llamémoslo así para no ofender- auténticamente imperdonables: del espíritu del Vaticano II, y del modo fresco, vivo, evangélico, de celebrar la Eucaristía del papa Francisco. Ya me he pronunciado otras veces sobre este tema, pero si nos obligan a ser reiterativos, lo seremos, porque ellos, además de serlo, son cansinos.

El auténtico abuso en las celebraciones litúrgicas es, justamente, el que consagró, y todavía está vigente, la reforma piana, y se perpetúa en el Misal romano. Así que este Areópago no aceptará los argumentos que invoquen el estricto respeto a las normas del mismo, porque son antievangélicas, y no tienen nada que ver con la celebración de la Cena del Señor en el Nuevo Testamento ni en la tradición apostólica de los primeros siglos. Todo el recargo de vestimentas, de sombreros, de venias y de protocolos cortesanos, y de gestos bizantinos, o hasta egipcios, todo eso, insisto, es el verdadero abuso en la liturgia cristiana. No busque abusos, señor cardenal, en las sencillas misas celebradas en el día a día en nuestras semivacías iglesias, con asambleas pequeñas y familiares. Búsquelos en las impresionantes misas concelebradas, con aquel mareo de mitras, casullas y leves murmullos del frufrú de las sedas y los paños selectos, y el pandemonio de sirvientes y cortesanos pululando por el altar. Lea en cualquiera de los Evangelios el relato de la última cena, y díganos si no se avergüenza de la espeluznante traición que nuestra flamante Liturgia ha perpetrado a través de los siglos, desde el siglo IV, más o menos.

Lo que sucede es que estábamos tan acostumbrados a esos desmanes, fijados y consagrados por la Contrarreforma, que ni siquiera teníamos instrumentos para reconocerlos, ni teológicos, ni bíblicos, ni pastorales, a consecuencia una deformación intelectual, y de la sensibilidad litúrgica, que nos llenaba de prejuicios. Lo que ha sucedido, a partir del Concilio, es que esa cortina de ignorancia prejuiciosa ha sido rasgada, y nos han quitado la venda de los ojos que nos hacía distorsionar nuestra percepción de la verdadera dignidad y belleza de la Liturgia. Pero, por lo que parece, todavía hay fieles, y algunos de ellos muy sonados, con una tupida venda en los ojos.

Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara en su blog

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