viernes, 27 de junio de 2014

Munilla y su prelatura personal


Las preferencias de un pastor

(A. Beizama, en R.D.).-


Entre los días 30 de mayo y 2 de junio, tuvo lugar la Peregrinación anual de la diócesis de San Sebastián al santuario de la Virgen de Lourdes. Es, sin lugar a dudas, una de las manifestaciones más significativas y expresivas de la comunión armónica de la Iglesia local de Guipúzcoa. Un evento que gira en torno a un colectivo de más de 200 enfermos de diversas generaciones y un nutrido número de voluntarios que, desde la Hospitalidad, se responsabilizan con admirable dedicación del cuidado de los peregrinos enfermos y del adecuado desarrollo de todos los actos religiosos, e incluso culturales, en los que participan.

A este primer núcleo, debemos añadir una voluminosa flota de autobuses con peregrinos que provienen desde diversos puntos de la diócesis y que se desplazan hasta el santuario con la intención de permanecer allí uno o varios días, participando en la Peregrinación diocesana. Entre estos últimos, merecen especial mención los inmigrantes que, llegados a nuestras tierras desde países lejanos, se integran, no sin dificultades, en nuestro pueblo, en esta Iglesia local.

Algunos se atreven a afirmar que, en estos días de la Peregrinación, la diócesis de San Sebastián, se encuentra desplazada de su ubicación geográfica en Guipúzcoa. Lo cierto es que, el hecho de ver y encontrar a tantos creyentes de la diócesis deambulando por la explanada o participando en los actos religiosos, no deja de brindarnos una imagen de la vida cristiana de nuestra Iglesia local menos paupérrima de lo que realmente es constatable en nuestras comunidades. Produce un cierto consuelo, si bien es ilusorio.

En cualquier caso, quienes asisten, incluso los que vienen participando desde años atrás, regresan a su hogar asombrados ante el maravilloso misterio de fraternidad, solidaridad y cercanía que el clima del santuario permite establecer entre las personas, sin reparar en diferencias de idioma, cultura, raza o ideología. Es, sin duda, una pequeña, pero valiosa, experiencia de Pentecostés.

Por ello mismo, la Peregrinación diocesana al santuario de Lourdes es, para muchos cristianos de Guipúzcoa, uno de los eventos más conmovedores y alentadores. No es extraño escuchar a creyentes, tanto laicos como sacerdotes, afirmar que la experiencia resulta tan honda y rica espiritual, evangélica y humanamente que se convierte en un surtidor de fuerza, vigor y ánimo para continuar en las tareas y responsabilidades que realizan a lo largo del año en el seno de sus comunidades cristianas.

Pues bien, nuestro pastor, el obispo de nuestra diócesis, D. José Ignacio Munilla, abandonó a su rebaño en Lourdes a mitad de la Peregrinación, para desplazarse hasta Pamplona y presidir una Eucaristía en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra. Como cada año en la solemnidad de la Ascensión, la Iglesia celebraba la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. D. José Ignacio presidió la celebración de la Eucaristía que tuvo como marco el hall de la mencionada Facultad, en calidad de miembro de la Comisión de Medios de la Conferencia Episcopal Española.

Las cámaras de la televisión, la universidad, el Opus Dei, los jóvenes estudiantes... los prefirió a sus diocesanos, los sustituyó por ellos. Para quien busca medrar en la jerarquía eclesiástica y aspira a mayores glorias... es mucho más brillante, mucho más elevado, más mediático... y más rentable, que diseminarse entre los enfermos, entre los pobres de Yahvé de su diócesis.

Sabemos que, en esta ocasión, su presencia en Pamplona se "justificaba" en razón de su pertenencia a la Comisión para las Comunicaciones Sociales de la CEE. Pero, lo que aquí relatamos, no es sino una muestra más de algo que viene ocurriendo desde el principio de su episcopado en esta Sede de San Sebastián: que, al parecer, su vinculación con la esta Iglesia local es meramente formal, pues ahora preside una Eucaristía en Pamplona, como en Salamanca, Madrid o incluso fuera de las fronteras españolas; y que, al aparecer, D. José Ignacio entiende que el ejercicio del episcopado ha de traspasar los contornos de su Iglesia diocesana, o, en el peor de los casos, que recibió la ordenación a título privado y personal y, por tanto, equiparado a una especie de prelatura personal, y no referido a una diócesis.

Su entorno más inmediato se ocupa de colgar en la red las imágenes y grabaciones de todas y cada una de sus intervenciones, ya sean ponencias u homilías, o de otra índole, pronunciadas a lo largo y ancho de España y incluso más allá. Esas pobres diócesis parecen encontrarse perdidas, como rebaño de ovejas sin pastor propio. Nuestro obispo tiene capacidad para suplirlos a todos... aunque para ello desatienda a su propia diócesis, que no acaba siquiera de conocer geográficamente.

Algo difícilmente comprensible si se tiene en cuenta que D. José Ignacio fue ordenado sacerdote en esta diócesis a mediados de los años ochenta y ha pertenecido al presbiterio diocesano durante más de veinte años. Y... quien ignora los nombres y la ubicación territorial de las localidades que conforman su Iglesia particular, cuánto más lejos se hallará de su pueblo, de las personas, de su sentir, pensar, vivir y creer.

Al respecto de todo esto... resuenan aquellas palabras pronunciadas por el papa Francisco ante un nutrido grupo de nuevos obispos que habían recibido la ordenación recientemente. El pontífice los exhortaba a evitar ser obispos de aeropuerto y a permanecer en su diócesis, sin abandonarla continuamente: «Permanecer en la diócesis es un requisito indispensable no sólo para la buena organización sino también para las raíces teológicas. Ustedes están casados con la comunidad, están profundamente entrelazados con ella».

Y añadía: «Hay que permanecer en la diócesis, y permanecer en "esta" diócesis, sin buscar cambios o promociones. No se puede conocer, realmente, como pastores, el propio rebaño, caminar delante, en medio y detrás de él, cuidarlo con la enseñanza, la administración de los Sacramentos y el testimonio de vida, si no permanecemos en la diócesis».


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