domingo, 18 de mayo de 2014

El obispo de Quimper, suspendido “hasta nueva orden”



 
Jean-Marie Le Vert
Céline Hoyeau

El papa Francisco ha autorizado a monseñor Jean-Marie Le Vert, 55 años, “por razones de salud, suspender, hasta nueva orden, el ejercicio de su tarea pastoral en la diócesis de Quimper” (Finistère), anunció la Conferencia Episcopal de Francia el pasado 14 de mayo de 2014.

Para asegurar, durante este período, el gobierno de la diócesis bretona, el papa ha nombrado al obispo emérito de Langres, monseñor Philippe Gueneley, como administrador apostólico. La decisión, explica éste último en un comunicado dirigido a los católicos bretones, es para que “monseñor Le Vert se tome el tiempo de descanso que necesita”.

La diócesis se encuentra sumida, desde hace varios meses, en una crisis, entre sus dirigentes, que ha llevado últimamente a que el vicario general, Jean-Paul Larvol presente su dimisión. A la suya, le han seguido las de otros dos sacerdotes del consejo episcopal. En Quimper, se habla con mucha prudencia de una situación “complicada”, “delicada”, de “profundo malestar”. El arzobispo de Rennes, monseñor Pierre de Ornellas, estuvo hace dos meses en Finistère, para entrevistarse con algunas personas.

Una decisión de la santa Sede bastante inédita

Las quejas dirigidas por miembros de la diócesis no inciden, contrariamente a lo que dicen determinados medios de comunicación social, en la existencia de tensiones ideológicas que supuestamente habrían surgido entre un obispo percibido como muy conservador (monseñor Le Vert, nombrado obispo de Quimper en 2007, fue oficial de la marina y posteriormente sacerdote de la comunidad de San-Martin que abandonó una vez ordenado obispo) y un clero más progresista. Las causas parecen estar en el poder excesivo dejado a su entorno, en detrimento de su consejo episcopal y de las personas que institucionalmente fueron nombradas para ayudarle en el desempeño de su tarea.


Monseñor Le Vert, por su parte, entendía el pasado 2 de mayo, en las columnas del diario Ouest France, que “el problema es más prosaico y más espiritual. Se trata de una cuestión de fe. Cuando se hace el bien, siempre hay ataques”.

En cualquier caso, la decisión de la Santa Sede es algo bastante sorprendente. No habla de dimisión, sino de suspensión “hasta nueva orden”: el Vaticano parece haberse dado un tiempo para facilitar que tanto la diócesis como el obispo reconsideren sus posiciones. La misión de monseñor Gueneley sería la de conocer la situación directamente y sugerir la decisión que se estime más adecuada tomar.

El administrador apostólico ha manifestado que su prioridad es “ponerse a la escucha” de todos con el fin de “apaciguar”. “Tengo la convicción, escribe, de que quienes han recibido un encargo pastoral seguirán cumpliéndolo según la misión recibida. Juntos, tendremos que ponernos a la escucha de la palabra de Dios, a dejarnos guiar por el Espíritu Santo, para que la iglesia diocesana, mirando al futuro, prosiga con su tarea evangelizadora en este departamento de Finistère. Y que lo haga en unidad, paz y alegría”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.