viernes, 19 de octubre de 2012

Cristianisme Segle XXI: “Sobre la nota de la CEE del 4 de octubre.Crisis e independentismo”



Cristianisme al segle XXISobre la nota de la CEE  del 4 de octubre. Crisis e independentismo

La Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), al final de su CCXXV reunión durante los días 2 y 3 de octubre, ha publicado una Declaración titulada “Ante la crisis, solidaridad”, con dos temas básicos, la crisis económica y el nacionalismo. Cristianisme Segle XXI comparte con los obispos de la Comisión Permanente la preocupación por estos dos temas, pero queremos hacer estas consideraciones en torno a su Declaración.

 Error de método
 El documento tiene un problema de raíz que daña todo el contenido: como en otros documentos de la jerarquía, se interpreta la realidad social a partir de principios supuestamente inmutables, no a partir de la realidad misma. Podríamos llamarlo “ideologismo teológico” o “idealismo moral”. Este documento es un ejemplo evidente. Dado que los dos temas que trata son cuestiones históricas (no dogmáticas o filosóficas), las conclusiones deberían estar fundamentadas sobre presupuestos históricos o económicos sólidos. Sin esto el resultado reflejará fundamentalmente la ideología del redactor o redactores y convierte la Declaración en un documento que corre el riesgo de no interpretar la realidad sobre la que pretende intervenir. A esto se llama petitio principii que significa que la proposición que se pretende demostrar esta ya incluida en las premisas. Veámoslo en ambos casos.
 I. Respecto de la crisis
 El silencio sobre las causas y responsables
 El documento no habla de aquello que comúnmente se reconoce como las causas de la crisis: operaciones directamente especulativas como la burbuja inmobiliaria, un sistema fiscal en el que las grandes fortunas no pagan lo que proporcionalmente les correspondería, la evasión fiscal, la existencia de las SICAV y los paraísos fiscales, el rescate de la banca sin exigir responsabilidades y el no-rescate de personas en graves dificultades, el fraude de las preferentes, la deuda injusta y obligar a pagar a quien no la ha contraído, las actividades fraudulentas de los mercados, los intereses usureros de la banca internacional, la especulación con el precio de los alimentos o con la salud, etc. Hay igualmente un grave silencio a la hora de señalar a los culpables de la tragedia: aquellos que con la especulación esperaban obtener pingües beneficios, los evasores y los que amnistían la evasión, los miembros de los consejos de administración con sueldos inmorales, los altos directivos de entidades financieras, de las instituciones internacionales monetarias o de crédito, las agencias de calificación. La jerarquía de la iglesia debería poder ejercer la función de estímulo de la ética colectiva. No lo ha hecho.
 Las “estructuras de pecado” y “el mercado”
 Nos hemos acostumbrado a vivir con normalidad en medio de lo que Juan Pablo II llamó “estructuras de pecado” (Solicitudo rei socialis “de 1987,” Evangelium vitae “1995 y otros). Lamentablemente la Permanente de la CEE no se ha atrevido ni a citar esta expresión. Parece que la crisis haya venido de la nada, como un huracán que afecte a todos por igual y ante el que sólo caben respuestas individuales de protección y ayuda mutua. Cabe recordar que una de las premisas del neoliberalismo es la despolitización de la economía, o desvinculación de responsabilidades morales de las decisiones económicas. Pero habiendo recursos para todos como los hay, tolerar el inmenso sufrimiento en el que se ven obligadas a vivir millones de personas es tolerar una “estructura de pecado”. Los continuados informes del BM, del FMI, del G-20, del Banco de España, del BBVA, de la Caixa, dan cuenta de la tragedia. En muchos de ellos incluso hay juicios morales en temas como la concentración de la propiedad, deuda, dependencia, derroche de recursos, número de familias que han quedado sin ningún ingreso, desempleo, desahucios, imposibilidad de democracia etc. con mayor sensibilidad ética que en el propio documento episcopal.
En definitiva, los obispos no condenan el “mercado”, palabra con la que hoy se designa este modelo económico. La Declaración responde a la doctrina del neoliberalismo, que puede concretarse en la afirmación: “El mercado es bueno, pero tiene disfunciones”. De aquí salen los dos ejes que vertebran la argumentación del documento: 1. “Estas disfunciones son resultado del egoísmo” y 2. “Estas disfunciones hay que corregirlas con la caridad”.
 Responsabilidades morales individuales
 Los obispos sólo hacen referencia a causas individuales y de carácter moral-individual: “egoísmo” “falta de ética” “individualismo” “pecado” “el mal está en el corazón las personas”. Da por supuesto que el actual sistema económico y de libertades funciona. El único límite: el egoísmo. Egoísmo, además, referido indiscriminadamente tanto a los responsables del caos y que salen ganando con él, como a las víctimas, a las que además a menudo se culpabiliza diciendo que “han vivido por encima de sus posibilidades”. Como no analiza la realidad y su perspectiva no parte “de abajo”, diluye las contradicciones y minimiza los conflictos, el discurso es de principios. Por eso aparece como una concepción “interiorizada”, que deriva hacia responsabilidades morales individuales.
 Propuestas para superar la crisis
 Por eso las soluciones serán siempre de carácter individual y desde principios abstractos, “no ser egoístas”, “que madure la conciencia solidaria”. Es de observar que en el documento incluso la palabra “justicia” aparece sólo en dos ocasiones y marginalmente, contrastando con la centralidad que tiene la palabra “caridad”. La distribución de bienes se deja en manos del mercado y de la “bondad” individual guiada por los principios de fraternidad. No se menciona el papel regulador que en esto debería tener el estado, cosa en la que incluso la Doctrina Social de la iglesia clásica insistía.
Obviamente los obispos no hablan de cambio de modelo económico, dan por incuestionables las exigencias del mercado y ni siquiera mencionan las propuestas sobre las que hay consenso social mayoritario, p.ej., la imposición de un gravamen a las transacciones financieras especulativas o una fiscalidad más justa respecto de las grandes fortunas.
Evidentemente no alientan a los movimientos que se han manifestado por otro modelo de sociedad, los que buscan nuevos modelos de economía alternativa, no consumistas. En cambio hace una alabanza a la docilidad “de los obreros que han aceptado las restricciones con civismo”, que, sin tener presentes las consideraciones anteriores, puede considerarse una ofensa a los millones de personas que sin ninguna culpa se han encontrado en el pozo de la angustia y sin posibilidad de expresarse.
 Falta de espíritu profético
 El documento carece de espíritu profético, de denuncia y de anuncio. La no-lectura de la realidad a partir de los oprimidos, puede hacer que estos no se encuentren reflejados en él. Es un lenguaje abstracto, lejos de los textos de los profetas y del lenguaje del mismo Jesús, al que sí que la gente entendía. El documento no habla para nadie. Por eso ha tenido tan poco eco. Oportunidad perdida para entrar en contacto con los problemas y personas de hoy.
Estamos de acuerdo en que la función de la Iglesia no es la de dar soluciones técnicas (párrafo 8), pero sí lo es la de dar esperanza a un mundo obligado a vivir en el nuevo orden del desorden.
 II. – Nacionalismo
 La posición oficial de la CEE.
 La CEE ya había manifestado en reiteradas ocasiones su posicionamiento en contra del nacionalismo de Cataluña y de Euskadi a través de Declaraciones (3 de noviembre de 2002, 7 de enero de 2005, 23 de diciembre 2006), a través de la COPE, incluso desde la calle. No sorprende por lo tanto esta nueva toma de posición. La Declaración le dedica sólo un párrafo corto (el n.12) al que sin embargo añade el largo documento de 2006 que titulaba “Orientaciones Morales ante la actual situación de España”. Cristianismo s.XXI no puede hacer otra cosa que repetir lo que desde el año 2003 en reiteradas ocasiones hemos manifestado.
 En su Declaración, este apartado del nacionalismo el problema del apriorismo episcopal al que aludíamos al principio es más patente si cabe que en el otro apartado. Los obispos parten en sus documentos de una lectura sesgada de la historia y de apriorismos sin justificación como la identificación entre nacionalismo y totalitarismo, el supuesto bien moral que significa la unidad de España, que el autogobierno supondría la ruptura de los lazos de amistad que existen entre las familias y los pueblos, que la unidad de España arranca del proceso de romanización, se afianza en la reconquista, se consolida con los reyes católicos etc.
 En este análisis histórico los obispos no hacen referencia a la violencia histórica que se ha ejercido sobre Cataluña en el proceso de la construcción de la unidad de España por la fuerza, al carácter totalitario del nacionalismo españolista o a los agravios económicos, políticos, lingüísticos o culturales. Parten de un fundamentalismo religioso-histórico-político de las antiguas esencias del nacionalcatolicismo que pretende apoyar a otro fundamentalismo, el estrictamente político.
 No hablan de que el derecho a la autodeterminación es un derecho reconocido por todos los organismos internacionales y que en cada caso habrá que gestionar el conflicto desde el respeto y el diálogo, sin descalificaciones ni imposiciones. Pero sobre todo pasan por alto la Doctrina Social de la Iglesia respecto del derecho de autodeterminación, repetida por el Vaticano en cada uno de los procesos de independencia y reiteradamente proclamada por Juan Pablo II (en la UNESCO, el 2 de junio 1980; al Asamblea General de la ONU el 5 de octubre de 1995, entre muchas otras declaraciones).
 Cristianismo Siglo XXI creemos que lo que ha ocurrido en Cataluña desde el 11 de septiembre es de un profundo calado, que se explica fundamentalmente desde la antropología colectiva, y que va más allá de las razones estrictamente económicas o políticas. Ante esto sólo se puede responder desde la voluntad de leer los hechos, del intento de comprensión y la voluntad de rehacer los puentes rotos. Las respuestas de imposiciones, prohibiciones o a través de vías administrativas sólo echaran más leña al fuego.
 Lamentamos que la Secretaría de la CEE, en lugar de la mano tendida y de prestarse a ser institución de diálogo, tome partido una vez más por la vía de la confrontación.
 III. – El Documento de la Conferencia Episcopal Tarraconense
 En la votación del Documento de la Permanente de la CEE los cuatro obispos catalanes, miembros de la Conferencia Episcopal Tarraconente, se abstuvieron. Cristanisme Segle XXI hubiera deseado de ellos una mayor contundencia. En ninguno de los dos temas de la Declaración podían sentirse representantes del pueblo del que forman parte. En ambos casos hubiéramos querido, como catalanes, declaraciones más cercanas a la realidad que vivimos: por un lado, recortes en aspectos básicos y que afectan a los sectores más vulnerables, y por otra de acompañamiento en el proceso de recuperación de la identidad.
 Respecto del primer aspecto nos sentimos más cerca de la Nota que los obispos de la Tarraconense publicaron después de su reunión en Salardú el 31 de julio de este año. En parte compartiríamos respecto de esta Nota algunas de las observaciones que hacíamos en la Declaración de la CEE respecto de la ausencia del análisis de las causas, de la falta denuncia de los responsables, de la ambigüedad en las propuestas etc. pero sin lugar a dudas intenta estar más cerca de la tragedia concreta que viven millones de catalanes.
 Respecto del segundo aspecto valoramos positivamente su decisión de publicar una Nota al día siguiente de la Declaración de la CEE con ocasión de las próximas elecciones del 25 de noviembre en la que los obispos defienden el derecho al respeto a la identidad colectiva, el rechazo a cualquier actitud dirigida a atizar la división y a la necesidad de integrar la diversidad. Como no podía ser de otra manera en esta nota el obispos de la Tarraconense se sitúan en la línea de pensamiento que en 1985 inspiró el documento “Las raíces cristianas de Cataluña”.
Barcelona, 16 de octubre de 2012

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