viernes, 16 de diciembre de 2011

S. GALILEA Y A. PAOLI SOBRE EL 4º DOMINGO DE ADVIENTO


 María, la Virgen de la esperanza
 (Lc 1, 26-38)

Muchos se preguntan por qué Dios no ha hecho mejor al mundo. Por qué no nos ha dado algo más. Hay tanta gente que está mal en el mundo, que quisiera salir pronto de esta tierra. ¿Por qué no se puede gozar el mundo? ¿Por qué las circunstancias de la vida impiden de gozar este don que Dios ha puesto a disposición de todos?


Sí, en el mundo se está mal cuando no se descubre a este Padre bueno que ha pensado en nosotros y que nos ha dado a manos llenas todas estas cosas que vemos. ¿Pero qué culpa tienen los que no lo descubren? Tal vez no lo puedan descubrir por que no han descubierto el amor humano; en una palabra: es necesario sentirse amado por los padres, por los amigos, por el esposo y la esposa, para descubrir el amor de Dios. Pero el mundo en vez de llevar el signo del amor del Padre, lleva más el signo del orgullo, de la avaricia, de la maldad del hombre.

Por eso es necesaria una liberación, una transformación radical en el hombre, la redención que Jesús aportó al mundo. La Navidad es precisa­mente el recuerdo de esta salvación que Jesús vino a traernos, a fin de que podamos querernos, y así gozar del mundo, en paz, como hermanos, sin robarnos, sin inspirarnos miedo, sintiéndonos amigos...

María tenía un novio que se llamaba José, a quien María no despidió después de haber recibido el mensaje del ángel, sino que se casó con él. Creemos que María es virgen porque para Dios todo es posible, pero esto no impide que sea madre y esposa. José es verdadero esposo de María.

Esto es muy importante en la espiritualidad cristiana, porque la virgi­nidad de María y la castidad de José dieron como fruto una relación nueva, se diría que una relación transfigurada entre hombre y mujer. (Puebla 317, 841). A veces se insiste mucho en una cierta presentación de la virginidad de María, como de una belleza que queda como encerrada en ella, más que en una virginidad como base de una nueva relación. José y María se han amado mucho ciertamente, sin sombra de egoísmo, de competencia, de superioridad. Finalmente el hombre y la mujer hechos verdaderamente amigos.

Cómo sería de importante sacar las conclusiones de este hecho espiri tual, tan cercano y tan rico para los cristianos, en nuestro contexto latino­americano de la relación hombre-mujer, donde impera el machismo... (Puebla 834-840). Si descubrimos la riqueza de María, en la práctica tam­bién la descubriremos como modelo y guía en nuestras relaciones hombre-mujer. En el misterio de María virgen, esposa y madre se nos da también una veta espiritual para dar significación cristiana a la liberación de la mu­jer latinoamericana, que es al mismo tiempo la liberación del hombre, que con su machismo establece una relación falsa e inhumana con la mujer.


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