lunes, 3 de octubre de 2011

S. GALILEA Y A. PAOLI SOBRE EL DOMINGO 28 DEL T. O.


LLAMADOS AL BANQUETE DE LA SOLIDARIDAD

(Mt 22, 1-14)

Como lo hace en el Evangelio de este domingo, a Jesús siempre le gustó comparar el reino de Dios (la fraternidad cristiana con Dios como centro, que El vino a traernos), con un banquete, con una comida. Y la compara­ción es muy buena, porque dentro de nuestra experiencia humana las co­midas entre amigos son siempre gratas y felices. En una comida, en un banquete, reina la alegría, la amistad, la comprensión, la comunión. Reina la solidaridad, sobre todo en nuestras comidas y fiestas populares, donde cada uno contribuye con algo, y aporta lo suyo, para que alcance para todos y haya alegría. 

Todos estamos llamados a esta fraternidad, a esta solidaridad del ban­quete 'de la parábola. Pero lo que nos impide acudir a esta cita son nuestros asuntos, nuestros negocios. Cuando estos son el único objetivo de la vida, nos cierran a los demás, a la solidaridad, a compartir el reino. El llamado evangélico al banquete de la solidaridad supone que sepamos salir de nues­tro mundo, para descubrir el mundo de los otros, para salir al encuentrode ellos, y hacernos hermanos y solidarios, como nos enseña la parábola del samaritano.

En este Evangelio, al final los pobres son los privilegiados en esta invi­tación a la solidaridad. Con ellos es más fácil crear esta fraternidad a la que Jesús invita umversalmente. Entre los dispersos por el camino, los abando­nados, los olvidados, lo sabemos por experiencia, se crean las condiciones para la solidaridad y la ayuda mutua a la que Jesús nos invita. Faltaba sólo que entre ellos se escuchara esta invitación de Jesús. Eso es evangelizar a los pobres: hacer de su solidaridad espontánea y aveces interesada, frater­nidad cristiana. (Puebla 352).

Otra vez encontramos la predilección de Jesúspor los pobres y abando­nados en los cruces del camino. (Puebla 190). Era la voluntad de su Padre que El ofreciera el banquete de su reino en primer lugar a los judíos, a los herederos del Antiguo Testamento. Pero al rechazar estos la invitación, y la misma presencia de Jesús, el señor quedó en libertad para declarar a otros sus predilectos. E invita a los pobres y a los marginados, sin discriminación. La Iglesia llamaría esto la opción preferencial por el pobre. (Puebla 1134). Desde entonces, el llamado a ser hermanos y solidarios, y hacernos así miembros del reino de Dios, para siempre, se dirige a los abandonados, a los pecadores y a los pobr.es, y a todo aquel que esté dispuesto a reconocerse pecador y pobre de corazón, y a aceptar la invitación a la comida de la alegría y la fraternidad, donde ciertamente encontraremos a Dios.

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