domingo, 24 de julio de 2011

S. GALILEA Y A. PAOLI SOBRE EL DOMINGO 18 DEL T. O.

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A 
Somos responsables del hombre(Mt 14, 13-21)

Para muchos trabajadores en nuestro pueblo, el Evangelio de hoy les suscita un deseo: cómo sería hermoso que Jesús continuara multiplicando los panes, para que no fuera necesario trabajar y atribularse tanto...

Paradójicamente, este Evangelio nos hace descubrir el sentido cristiano del trabajo, dentro de su aspecto duro y doloroso. El trabajo es el medio de conocer, de poseer la tierra, es un medio de comunicación y de comu­nión con los demás. Es el signo de nuestra responsabilidad. Denles ustedes mismos de comer: somos responsables por el hambre en el mundo, por aquellos que sufren hambre. Con nuestro trabajo damos prueba de nuestra solidaridad.

El Evangelio de este domingo nos muestra también a multitudes que siguen a Jesús, detrás de su palabra, sin preocuparse del tiempo ni del momento de comer, ni de lo que comerán. Es un ejemplo del verdadero seguimiento de Cristo, como maestro de vida y como guía, sin preocupa­ción de lo que nos dará o de lo que no nos dará. El nos ha enseñado que pidamos antes que nada el reino de Dios y que el resto se nos dará como añadidura. Y el reino de Dios, bien lo sabemos, es la fraternidad, la solida­ridad, la preocupación de los unos por los otros. Es decir, lo que primera­mente debemos pedir a Dios, es el de ser altruistas; de aprender a amar a los demás. Al fin de cuentas, ese es el pan esencial que necesita el mundo. 

Este Evangelio nos da también una gran esperanza en nuestra capaci­dad de hacer el bien, de evangelizar, con lo que somos y tenemos. Porque es Cristo quien evangeliza realmente, y para usarnos de colaboradores, como a los Apóstoles, no necesita sino nuestra buena voluntad que pone a su disposición lo poco que tenemos; nuestros pobres recursos, nuestra po­bre generosidad, nuestros pocos panes y nuestros pocos peces... La siembra en el mundo del bien y del Evangelio es un permanente milagro de Jesús, una permanente multiplicación de nuestras cualidades y de nuestros esfuer­zos, que están llamados, si somos fieles a su seguimiento, a alimentar de fraternidad y de esperanza a nuestros hermanos.

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