miércoles, 25 de mayo de 2011

S. GALILEA y A. PAOLI SOBRE EL EVANGELIO DEL DOMINGO 6º DE PASCUA


Jesús
nos enseña a amar
(Jn 14, 15-21)

Del Evangelio de hoy, escojamos la palabra: El que acoge mis mandamien­tos y los observa, este me ama.


Para algunos cristianos, los mandamientos están desacreditados, debido a una educación religiosa traumatizante. "Esto es pecado, esto se puede hacer, esto no se puede hacer..." Pero Jesús dice que la ley que resume todos los mandamientos y los contiene a todos es esta: Ama a Dios y ama a tu hermano. Esta manera de enfocar la ley es liberadora.

Hablemos del amor, pero no como se habla siempre; tratemos de encontrar una definición del amor que sea nueva, que valga la pena. Por ejemplo, amar a una persona es no usarla. Desde luego, podemos usar a Dios. Cuando queremos que haga lo que nos gusta; cuando queremos que esté a nuestro servicio, y no pensamos que nosotros debemos estar al servicio de El. Muchos malos ricos lo usan cuando van a la Iglesia para que Dios calme sus remordimientos. En el fondo sienten, intuyen que dañan a los otros, y piden a Dios que los tranquilice. Algunos sacerdotes se prestan a este juego. La prueba está en que cuando uno de ellos los inquieta, se siguen protestas, campañas, denuncias. Van a la Iglesia para que Dios les diga lo que ellos quieren oír. Muchos políticos en nuestros países hacen lo mismo: van a la Iglesia para ganarse el favor popular.

Es una religión de consumo. Se va a Dios para obtener de El lo que acomoda. Esto no es amar a Dios, sino usarlo. ¿Cuál sería la verdadera actitud? Ponerse a disposición de Dios, como los Apóstoles, y decirle: Estoy a tu servicio, mándame. Tener la preocupación de descubrir aquello que Dios quiere de cada uno de nosotros. No usar a Dios, sino ser usados por El, sabiendo que Dios nos usa sin destruirnos, como hacemos nosotros con los objetos de consumo, buscando una satisfacción egoísta, sino haciéndonos crecer.

Podemos hacer la misma reflexión en la línea del amor a los otros. Amar al otro es no usarlo. El hombre usa a la mujer cuando la busca, y luego que se ha servido de ella, la deja como una botella vacía. También se usa a la mujer, en la vida familiar, cuando no se la consulta, cuando el hombre no tiene verdadera comunicación con ella... Lo mismo sucede en la vida del trabajo, en la vida política; algunas personas resuelven todo entre ellos, y a los demás les dan las cosas ya hechas y ya decididas. Los que pasan por esas experiencias se sienten usados... No se pueden expresar, no son escuchados.

Todo esto nos ayuda a revisar todas las formas en que el hombre es usado, en el plano político, en las relaciones del trabajo, en la amistad. El amor es todo lo contrario de esto: amar una persona es respetar su identi­dad, escucharla, desear que crezca, y hacer lo posible para que ella crezca. Amor es practicar la comunión y la participación. (Puebla 215).

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