jueves, 12 de mayo de 2011

S. GALILEA y A. PAOLI SOBRE EL EVANGELIO DEL DOMINGO 4º DE PASCUA

Jesús, buen pastor,
comparte nuestra vida
(Jn 10,1-10)

En algunas partes, la fiesta del Buen Pastor se celebra con regalos al párro­co, con una exaltación de su actividad que hace tanto bien... Pero también puede celebrarse con una revisión de vida de nuestra actividad pastoral.


Para hacerla realista y exigente, podríamos comenzar recordando lo que los alejados, los obreros y otros, dicen del sacerdote, de la Iglesia. La imagen que se hacen del párroco, al que ven fugazmente, como al alcalde, como al diputado de la zona... Ciertamente a la gente es más simpático porque es amable, pero ni la gente lo conoce realmente, ni él conoce a la gente. Es verdad que la parroquia es inmensa, y hay que ir a celebrar y sacramentalizar aquí y allá, pero para los cristianos que han descubierto profundamente el sentido de la Eucaristía, no sólo como un deber reli­gioso o una oración al Señor, sino como un acto de comunión con la co­munidad, el sacerdote ya no es alguien que desde afuera ordena que se haga comunión, sino que él hace comunión con su pueblo, solidario con él.

Las exigencias del evangelio de hoy nos llevan a todos, particularmente a los sacerdotes, a descubrir la misa como comunión, como amistad, como comunicación profunda de personas, donde se busca un conocimiento recíproco y una amistad militante. Tal vez descubriendo el sentido pastoral de la misa en su globalidad, como acto de culto que pasa por una comuni­dad hecha culto viviente, gloria al Padre, muchos sacerdotes y evangeliza-dores cambiarían de orientación pastoral.

El otro cuestionamiento que elevangelio de hoy dirige a párrocos y evangelizadores es el de su cercanía real a la gente. El problema no se plantea solo con los inaccesibles, categoría de pastores que ha disminuido mucho con la nueva formación que da la Iglesia. El problema se da también con los jóvenes y disponibles: para el pueblo, también aparecen lejanos...

El problema es que el sacerdote y el evangelizador no viven la vida de la gente pobre. A menudo viven la vida que podría llevar un empleado de municipio, un abogado, un médico... ¿qué saben ellos de la vida de los pobres? El Evangelio, en cambio, nos muestra que Jesús vivió verdadera­mente la vida de su pueblo; que su pastoral no consistía tanto en mover­se mucho y en llegar a toda la gente posible. Jesús se pone en contacto con personas con nombre y apellido, vivió con ellos una amistad profunda.

La parábola del Buen Pastor, quiere enseñarnos que la amistad es un ingrediente esencial, aunque raro, difícil, de la pastoral: exige que se comience por compartir la misma vida de las ovejas. La diferencia entre el mercenario y el pastor, es que el mercenario pasa un tiempo dedicado a las ovejas (visitas, catecismo de fin de semana, reuniones, misas...), pero ter­minado su deber no se acuerda de ellas. Su amistad es fugaz, como los políticos en sus campañas, que tienen momentos de encuentro con los pobres, y después los abandonan. ¿Por qué? Porque vienen siempre de afuera, y ninguno abraza la vida del pueblo. Sólo el que la vive la compren­de desde dentro. Cuando Jesús habla de dar la vida por sus ovejas, tal vez no quiere decir morir mártir, sino cambiar la propia vida, aquella que uno podría vivir si fuese egoísta y no pensara más que en sí mismo, para asumir la vida atribulada y las luchas de su rebaño. (Puebla 681-684).

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