lunes, 30 de mayo de 2011

S. GALILEA y A. PAOLI SOBRE EL EVANGELIO DE LA FIESTA DE LA ASCENSIÓN


Muestro compromiso:
Nuestra promoción integral
(Mt 18, 16-20)

Lo que dicen los antropólogos sobre el progreso humano nos puede ayudar a comprender el hecho de la Ascensión de Jesús.

Ellos ven al hombre pasar de una etapa a otra de su desarrollo. ¿Cuál es el punto de llegada, al cual tiende este camino hacia adelante, o hacia arriba? Nosotros los creyentes convergemos hacia Cristo Jesús, que nos manifiesta el punto de llegada en la glorificación de su cuerpo, como la anticipación del punto a donde debe llegar el hombre y con él toda la naturaleza.


Nos movemos hacia el encuentro con Dios con todo nuestro ser, con nuestra historia, con la tierra, y este encuentro con Dios será también un encuentro entre nosotros.

Podemos concluir que cuando hacemos algo por el perfeccionamiento de la humanidad, le ayudamos a caminar hacia su etapa final, la acercamos a Dios. Pero esto pone en cuestión lo que muchos entienden por perfec­cionar la humanidad, sinónimo de un progreso que hace al hombre siempre más materialista. En una visión cristiana, perfeccionar al hombre es perfec­cionar sus relaciones, esto es, capacitarlo para convivir como un hermano, como un amigo, como un buen vecino, y no como un déspota, un opresor, un explotador. (Puebla 316-320).

Esto nos llevaría a la conclusión de que es más religioso el que trabaja por mejorar las relaciones entre los hombres, aun cuando no se profesa religioso, que el que ve la religión egoístamente para sí como un objeto de consumo, y no se compromete nunca, de hecho, para que cambien estas relaciones injustas. Poreso, Jesús ha dicho que "no todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino aquellos que hacen la voluntad del Padre". Y la voluntad del Padre es que el hombre egoísta se haga hombre del amor.

Ese es el sentido de las palabras de los dos personajes de blanco, que en la Ascensión, viendo a los discípulos mirar para arriba, les dicen: " ¿Por qué estáis mirando al cielo?". Como diciendo: "Miren la tierra, háganla mejor, ocúpense de transformarla, cambiando los hombres. De hecho Jesús volverá aquí un día". Esto habría que repetirlo a tanta gente que nos quiere hacer mirar al cielo para que no miremos la tierra, porque la tierra se la quieren dividir entre ellos.

En el Evangelio de hoy, Jesús no invita a sus Apóstoles a quedarse ahí contemplándolo en su gloria. Los manda a evangelizar, a comunicar la gran noticia de que somos hijos de Dios, hermanos entre nosotros, y que por eso debemos tratarnos como si fuésemos hermanos de la misma carne y de la misma sangre. Y para que no vacilen en dejarlo en el día que han espera­do tanto, les asegura: "Vayan, yo estoy con ustedes hasta el fin del mun­do".

"De hecho, no me abandonan, porque yo voy con ustedes; y tendrán éxito en su misión porque, en realidad, soy yo el que poco a poco trans­formo esta humanidad de lobos en una comunidad de hermanos".

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