lunes, 11 de abril de 2011

S. GALILEO y A. PAOLI SOBRE EL EVANGELIO DEL DOMINGO DE RAMOS

Conversión: es pasar por la Cruz
a la plenitud de Cristo (Mt 26,14-27. 66)

¿Por qué sufrió Jesús? Porque nos ama, y cuando uno ama, sufre; el que entra en el sufrimiento del otro, tal vez sufra más que el otro.


            Sucede eso con muchos cristianos que aman al hombre, especialmente al pobre, y ven que es víctima de la injusticia. Lo quieren defender, y se atraen sobre sí una multitud de dificultades. Si uno piensa en sí mismo, en ganar dinero y gozar de la vida, nadie lo molesta. Si uno quiere defender al oprimido, genera oposición. En términos muy actuales, jesús sufrió y murió por haber querido defendernos, por afirmar el derecho que tiene cada hombre a ser respetado como persona, y reconocido en su dignidad. Y Jesús ha hecho esto de manera no-violenta. (Puebla 192).
            No-violencia no significa estar con los brazos cruzados, encerrarse en sí mismo y dejar que sufra quien sufra. Si Jesús hubiera actuado así, ¿lo habrían crucificado? ¿Una posición de indiferencia podría llamarse de amor hacia nosotros? La no-violencia debe ser como la de Jesús, que consiste en entender a fondo el sufrimiento y la injusticia, y ponerse en contra, con las palabras y con la vida, de las injusticias y de los injustos, hasta el punto de dejarse matar.
            La opción de Jesús es la opción por nuestra vida, con todos sus su­frimientos, y se ha hecho víctima para nosotros, voluntariamente y por amor.
            Los ejemplos que podemos encontrar de cristianos o de otros hombres, que han dado la vida por los demás, no deben hacernos perder de vista que la pasión y la muerte de Jesús es única. Ante todo, porque El es absoluta­mente justo, mientras que nosotros, quien más quien menos, somos injus­tos. Por eso, solamente la muerte de Jesús es absolutamente injusta, por­que ha sido el único que no merecía castigo.
            La muerte de Jesús es única, también, porque ha sido redentora de to­dos los hombres y por todos los tiempos, y nos ha liberado efectivamente de la muerte, aunque en el espacio de nuestra vida no lo veamos claramen­te (Puebla 195). Pero nosotros los creyentes, por la fe creemos fuertemen­te en la resurrección. Y si uno cree de verdad y profundamente puede in­fundir, en todos aquellos que encuentra, una esperanza que ayuda a afron­tar todas las dificultades, sabiendo que la victoria final será de la vida y no de la muerte.

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