domingo, 27 de febrero de 2011

S. GALILEA y A. PAOLI SOBRE EL EVANGELIO DE HOY



LA RIQUEZA AL SERVICIO DE LOS POBRES
La afirmación central de este Evangelio es bien conocida: no podemos ser fieles al mismo tiempo con Dios y con el culto a la riqueza. Jesús ¡lustra esta actitud, necesaria para ser sus discípulos, con comparaciones e imáge­nes bien conocidas para sus auditores de entonces: las flores del campo, los pájaros, los vestidos, la siembra, los lirios, el alimento diario...

Como evangelizadores, tenemos que traducir esta enseñanza de Jesús a la cultura y a las realidades de nuestro tiempo. Evangelizar es proclamar lo que ha dicho Jesús con palabras y categorías que cuestionen al hombre contemporáneo, y que sean una Buena Noticia para nuestra época.


¿Cómo se da hoy el culto a la riqueza? Se da en la forma histórica del capitalismo, a lo menos en América Latina. Un capitalismo que se ha reforzado en los últimos años, y que es fuente de opresión para los pobres y de perdición espiritual para los ricos. Actualmente el peligro para la sociedad latinoamericana es el capitalismo agravado y deshumanizado. (Pue­bla 542).

De hecho el capitalismo es un culto a la riqueza, y cae bajo la denun­cia evangélica. Su objetivo es producir riqueza y acumular riqueza. En la realidad, la riqueza producida la aprovechan los sectores privilegiados, y la acumulación se hace en las manos de unos pocos. A este engranaje se sacrifican los derechos de los trabajadores. (Puebla 542).

A primera vista, parecía que el discurso del Evangelio de hoy fuera pa­ra los necesitados, para los inseguros económicamente Jesús les diría: "Confíen en Dios. El no los dejará morir"... Muchos han querido interpre­tar así este Evangelio, como si el Señor justificara cualquier sistema econó­mico, y supliera sus injusticias con la confianza en Dios.

Pero en verdad las palabras del Evangelio van para los ricos (los que ponen su confianza en el dinero). Pues es este culto a la riqueza lo que los conduce a mantener la sociedad injusta en que vivimos, donde los proble­mas económicos son fuente de angustias para los pobres, y esclavizan a los ricos. En todo caso, la obsesión del dinero impide buscar el Reino de Dios y su justicia. (Puebla 494).

En el fondo, este Evangelio que parece tan poético e ingenuo, propone un nuevo humanismo que permita poner la riqueza al servicio de los pobres, y una economía donde la producción y el consumo sean para las necesida­des de los hombres, y no un objetivo autónomo. (Puebla 497).

La humanización de la economía que hace dos mil años proponía Jesús hoy es más necesaria que nunca.

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